lunes, 4 de enero de 2010

DE LA DEGRADACIÓN DE LA AUTORIDAD

“Pocas cosas desmoralizan más que la injusticia hecha en nombre de la autoridad y de la ley.” Concepción Arenal

Uno de los aspectos inquietantes al momento de hablar de educación es el de la autoridad. Desde la etimología de la palabra misma (autoridad, del latín auctoritas: poder, investidura); en el Diccionario de la Lengua, se encuentra que la autoridad es potestad, facultad; y lo que para los filósofos significa (virtud que permite a una persona imponer unos criterios, una doctrina, una sumisión o una obediencia, sin que intervenga como elemento determinante para el acatamiento la evidencia intrínseca de la proposición que se enuncia o la bondad del comportamiento que se ordena, aunque esa bondad o esa evidencia puedan darse como supuestos objetivos.[1]); puede verse co total claridad que siempre hay alguien que la ejerce y otro que simplemente, obedece.

Es a partir de dicho término que pretendo elucidar en este escrito, un poco del por qué de la autoridad quebrantable que se vive en la actualidad; ¿Seguirá llamándose entonces autoridad?
Para esto me basaré en las raíces griegas, ya que como es de saberse la disciplina que nos compete, la psicología, nace allí en la cuna de Grecia.

Pero ¿Qué es aquello que realmente cuestiona cuando se ejerce la autoridad al educar? Precisamente, la paradoja existente entre los dos términos, ya que como vimos, la autoridad es la facultad de hacer obedecer a otros, mientras que educar es permitir a otros, sacar de sí mismos. Entonces, tal contradicción idiomática quizás permita la confusión cuando se pretende que quienes están en el poder, en la enseñanza o poseen dicha potestad en cualquiera de sus formas, opaquen aquello que quien está a su cargo, bajo su supervisión, tiene para aportar, todo por el hecho de no reconocer otro aspecto fundamental, como lo es el de la libertad; pues en muchos casos, la autoridad coarta esta última, impidiendo así el pleno desarrollo de la individualidad. ¿Qué es lo que le da sentido pues a la autoridad? La libertad, aquello que es reconocido por otros, y ¿Cómo se reconoce? Por la individualidad que permite que el mismo hombre se identifique con aquel otro que le está guiando, dirigiendo, enseñando; pues como la misma filosofía lo dice, la autoridad esconde en las órdenes que se imparten, sino un criterio absoluto, al menos razones para aceptarla; es así como en la educación, el proceso de enseñanza atesora la verdad. Es decir, quien escucha atento, con emoción, con agrado a su maestro, a su padre o a quien haga sus veces, está creyendo en lo que ese superior le está transmitiendo; pero cuando no existe tal agrado, es cuando comienza a desequilibrarse lo que la palabra autoridad encierra como tal.

Podría decir que ese desequilibrio no es más que por la incomprensión del significado de las cosas, por el acomodo de las mismas para quien las necesita; ya que si los griegos nos mostraban lo que para ellos era tan agradable como el aprendizaje, el escuchar a sus maestros; en la actualidad ocurre algo totalmente diferente, y es que los jóvenes no CREEN en quien pretende transmitirles un saber. Y puede ser muy osado de mi parte, pero lo justificaré de tal modo que diré: ¿Cómo creer en alguien que si no levanta la voz considera no será escuchado o le faltaría “autoridad”?, o ¿Cómo creer en alguien que en su afán por comprender a los jóvenes, transgrede el límite que la naturaleza le ha conferido con la autoridad, y se asemeja a ellos, para ser más amigos?

Eso no es lo que buscan los jóvenes. Todos se quejan de sus actitudes, de su rebeldía, de su irreverencia, y pretenden que asumiendo las dos posiciones anteriores, se les escuche, se les obedezca; esto porque no acogen lo que también denominó Aristóteles como término medio: aquel equilibrio entre dos posiciones, conceptos. O quizás por qué ni ellos mismos creen en su saber, en aquello que están impartiendo; existe una frase, de la cual no recuerdo el autor, pero de todas formas me atreveré a citar: “Quien dice la verdad, no encuentra razón para levantar la voz”, pero tampoco para quedarse inmóvil. Los jóvenes están en medio de su confusión y su mal llamada rebeldía queriendo ser nombrados desde otras perspectivas, pidiendo que se les reconozca por sus habilidades; pero ¿Cómo se van a reconocer sus habilidades, si en el afán de ‘educarlos’, se les apabulla, para que hagan todo lo que su superior o maestro les dice, porque sencillamente: él tiene el poder?

Es así pues, como la famosa irreverencia, la tan nombrada rebeldía, no son más que un grito de desesperación por no saber cuál es su lugar en el mundo, ya que como decía Francoise Dolto en su libro ‘La causa de los niños’, los espacios físicos son cada vez más amplios, pero el espacio familiar es mucho más reducido; pues en el hogar cada uno de los miembros opta por realizar sus deberes sin importar el estado de ánimo o la relación que se tenga con los otros; el tiempo de convivencia entre estos es cada vez más paupérrimo, no sólo en cantidad, pues hasta la calidad se volvió casi inexistente. Llevando esto a los jóvenes a involucrarse con la sociedad por medio de cualquier otra estrategia que la misma les facilite aun con sus prohibiciones; ya que ni en la escuela se sienten animados, porque cuando no les están gritando para llamar su atención, los están dejando a su libre albedrío. Y luego, como dice Bruno Bettelheim en su libro ‘Diálogos con las madres de niños normales’: “Queremos que nuestros hijos vivan a su manera y que desarrollen libremente su personalidad. Hemos tomado esta postura porque creemos en la libertad y sabemos que la opresión es peligrosa. Pero al mismo tiempo queremos que su desarrollo conduzca a las metas que nosotros hemos señalado. Por temor a estropear su espontaneidad y felicidad, nos abstenemos de imponerles nuestros deseos; sin embargo, queremos obtener los mismos resultados que si lo hubiéramos hecho”[2]

Acaso esa subversión de la autoridad por el poder o por la permisividad ¿No es una degradación de la autoridad?



BIBLIOGRAFIA
DOLTO, Francoise. La causa de los niños. Argentina. 1986.
OAKLANDER, Violet. Ventanas a nuestros niños. Chile. Editorial Cuatro Vientos.
BETTELHEIM, Bruno. Diálogos con las madres de niños normales. Círculo de lectores. Bogotá.
Artículo de Internet; consultado el día 15 de mayo de 2009. Disponible en http://www.monografias.com/trabajos16/comportamiento-humano/comportamiento-humano.shtmlArtículo de Internet, consultado el 30 de noviembre de 2009. Disponible en http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=5636&cat=filosofia
[1]Artículo de Internet, consultado el 30 de noviembre de 2009. Disponible en http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=5636&cat=filosofia
[2]BETTELHEIM, Bruno. Diálogos con las madres de niños normales. Círculo de lectores. Bogotá. P.9

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